lunes, 1 de junio de 2015

 - La Francia absolutista - 

Un viaje al siglo XVII

 Primer día.-


      Desde el puerto de Gijón parto en barco hacia la ciudad francesa de La Rochelle. La travesía dura un día con lo que en la tarde del segundo día desembarco en el puerto de La Rochelle.

Antes de irme a descansar busco un transporte para llegar a París, donde me tengo que entrevistar con el cardenal Mazarino.


Segundo día.-

  Al amanecer del segundo día cojo un carruaje que me llevará hasta Paris atravesando media Francia.Los caminos estaban en pésimo estado y apenas había puentes por lo que para cruzar los ríos debíamos buscar vados naturales, con el consiguiente peligro que esto implicaba. La falta de una infraestructura viaria en condiciones, iba acompañada de la escasez de puestos de postas, de pocos, ruinosos y mal atendidos mesones, fondas y hospedajes, y de una inseguridad que hacía que siempres estuviera expuesta a ser asaltada por bandidos, con lo cual disponía de armas apropiadas para el viaje. 
En el trayecto paso por las villas de Poitiers, Blois, Orleans y por fin París.



Un largo viaje que durará cuatro días, por fin el 6º día llego a París.
Me retiro a dormir. Al día siguiente tengo que visitar al cardenal Mazarino.

Septimo día.-


Voy al Palacio Real donde me entrevistaré con el Cardenal Mazarino.




    Mazarino nació el 14 de julio de 1602 en la abadía de Pescina (en la época de posesión española), en los Abruzzos, al este de Italia. 
   Su madre, Hortensia Bufalini, pertenecía a una familia noble de Città di Castello, en Umbría. Su padre, Pietro Mazzarini, de origen siciliano, estaba al servicio de la poderosa familia romana de los Colonna. La pareja tuvo seis hijos, cuatro mujeres y dos varones, de los que Julio era el mayor. Su hermano menor, Miguel, se ordenó sacerdote y con el tiempo llegó a obispo de Aix.

  A pesar de haber nacido en Pescina se trasladó pronto a Roma, donde recibió su educación. Mazarino se formó con los jesuitas en el Colegio Romano, a donde fue enviado con siete años, y se mostró como un alumno brillante y un joven con encanto para sus profesores y condiscípulos.

  Acabados sus estudios, con unos dieciséis años, comenzó una época disipada, por lo que sus padres, gracias a patronazgo nuevamente de los Colonna, le enviaron a estudiar derecho canónico a España, a la Universidad de Alcalá de Henares. Durante sus tres años de estancia en la península ibérica aprendió el castellano a la perfección, habilidad que más tarde le sería de gran utilidad. Aún libertino, se enamoró de una española y, a punto de casarse, fue engañado para regresar a Italia para evitar la boda por su compañero de estudios, el hijo de su patrón el condestable Colonna. De vuelta en Italia completó sus estudios.

   Retiradas las tropas pontificias tras el Tratado de Monzón en 1626, Mazarino pasa a Ferrara, desde donde viaja a menudo a Roma como enviado de su superior para informar a la corte y donde entra en contacto con el cardenal Bentivoglio, representante de los intereses de Francia en la ciudad. Ganado el favor de este, Bentivoglio lo recomendó al cardenal ministro, Francisco Barberini, que lo envió como secretario de la legación pontificia en Lombardía

   Revuelto el norte de Italia por las intrigas del duque de Saboya Carlos Manuel I de Saboya y la rivalidad franco-española, Mazarino recibió instrucciones del papa de favorecer a Francia para contrarrestar el predominio español, pero no tanto como para sustituir una preponderancia por otra. Mazarino, atendiendo de forma característica a los intereses de su empleador pero también a los suyos propios, mostró acusada simpatía hacia Francia, pero manteniendo la confianza de todas las partes. Esto le permitió obtener información relevante que enviaba puntualmente a Roma.

  Enterado el duque de Saboya de la inminente invasión francesa de la península italiana, envió a Mazarino a tratar de detener al cardenal Richelieu. Mazarino llegó a Lyon el 28 de enero de 1630, entrevistándose con Richelieu al día siguiente. La corta estancia fracasó en su objetivo de parar el avance francés, pero fue de crucial importancia para la carrera de Mazarino. Sus intentos de negociación con Richelieu continuaron durante la primavera, entrevistándose de nuevo con él el 17 de marzo, pocos días antes de la toma francesa de la fortaleza de Pinerolo, manteniendo una intensa actividad diplomática a favor de la paz, infructuosa, y consciente de su inutilidad, pero destacando por su diplomacia ante Richelieu.

  Desde muy joven desempeñó acertadamente cargos diplomáticos para la Santa Sede. Intervino en las intrigas de la sucesión de Mantua, lo que le permitió conocer a Richelieu y a Luis XIII, de cuya política fue gran defensor en la corte pontificia. Sus intervenciones fueron decisivas para la consecución de la paz de Cherasco, en 1631, gracias a lo cual fue recompensado con una nunciatura extraordinaria en París (1635); este cargo lo aproximó al cardenal Richelieu y al rey Luis XIII, de quienes obtuvo el favor.

  En 1639 se naturalizó francés, pasando a ser estrecho colaborador del primer ministro, gracias al cual fue nombrado cardenal (1641) y ministro de Estado. El 5 de diciembre de 1642 Mazarino fue nombrado ministro principal del Estado, por recomendación del cardenal Richelieu, quien había muerto la víspera. Desde 1643, tras la muerte de Luis XIII, Mazarino gobierna Francia bajo la regencia de Ana de Austria en nombre del joven rey Luis XIV, quien heredó el trono con tan solo 5 años. 


 Mazarino me contó que desde su llegada al cargo, debió afrontar la hostilidad de los nobles, incluyendo un complot para asesinarlo, a pesar de sus éxitos militares y diplomáticos, que permitieron dar fin a la Guerra de los Treinta Años mediante el tratado de Westfalia en 1648.
  Adoptó medidas de austeridad que resultaron impopulares, debido a las dificultades financieras de Francia, lo que originó una serie de movimientos de insurrección conocidos como "La Fronda"

 Sus enemigos trataron de expulsarlo del poder, pero en cada ocasión logró manejar la situación. En 1650 y 1652 debió exiliarse, pero continuó gobernando por intermedio de la reina y de un grupo de leales seguidores, tales como Hugues de Lionne (1611–1671) y Michel Le Tellier (1603–1685).

Una figura destacada en la defensa del Cardenal fue el leal Charles de Batz-Castelmore, conde de D'Artagnan, el cual tendré el privilegio de conocer al día siguiente, pues el mismo Cardenal puso mucho interés en presentármelo.

 Mazarino morirá de una larga enfermedad en el castillo de Vincennes el 9 de marzo de 1661.

Octavo día.-

Estoy ansiosa por conocer el famoso D'Artagnan, un personaje que saltó a la fama por la novela de Alejandro Dumas "D'Artagnan y los tres mosqueteros".

Me recoge en su carruaje el Cardenal Mazarino y nos dirigimos a la lujosa vivienda que posee D'Artagnan en la orilla izquierda del Sena, frente al Pont Royal y el Louvre.

Cuando llegamos a casa del señor D'artagnan, nos recibe vestido con el traje de mosquetero del rey, lo que me hace pensar que la visita va a ser corta.


Efectivamente nada mas llegar nos subimos de nuevo en la carroza para dirigirnos hacia el palacio de Versalles.

El palacio de Versalles es la residencia real, probablemente pueda conocer al rey de Francia.

Por el camino el mismo D'Artagnan me va contando la historia de su vida.

El que popularmente conocemos como el mosquetero D´Artagnan, fue Charles de Batz de Castelmore, Conde de Artagnan, nació alrededor del año 1613 (algunos dan un margen de una década, entre 1610 y 1620, sin concretar), en el castillo ancestral de su padre, el castillo de Castelmore, en la comunidad de Lupiac, cantón de Aignan, en Armagnac (Gascuña). Su padre era Bertrand de Batz de Castelmore, y su madre Françoise de Montesquiou, hija del señor d'Artagnan en Bigorra. Es pues de su familia materna que el futuro mosquetero tomará prestado su nombre de "D'Artagnan".

En 1640, subió a París para reunirse con sus tres hermanos, todos haciendo carrera en el ejército como muchos otros Gascones, muy preciados por sus cualidades militares.

Cadete en el regimiento de las Guardias Francesas, en la Compañía del Capitán des Essarts, cuñado del bearnés Conde de Tréville, que ostentaba el mando de la Compañía de los Mosqueteros del Rey.

De 1640 a 1642, D'Artagnan participa en las distintas operaciones militares de Arras, Aire, Bapaume, de Collioure y de Perpiñán.

En 1644, entra en la Compañía de los Mosqueteros del Rey, donde ya se halla incorporado su hermano Paul, luego pasa en 1646 al servicio del Cardenal Mazarino, el cual será durante toda su vida, un verdadero y fiel protector.

Es en 1658 cuando D'Artagnan adquiere su título de subteniente de los Mosqueteros, tropas de élite de las cuales obtiene la dirección.

Hombre de confianza y caballero infatigable, recibirá de Mazarino su ascenso de Capitán en el Regimiento de las Guardias. Con ese grado participará en las distintas operaciones militares que se realizan en la guerra franco-española, en los Países Bajos y en el asedio de Stenay.

Su situación en la corte le obliga a contraer matrimonio. Es en uno de esos aristocráticos salones del Marais, que frecuenta con asiduidad, que conocerá a una rica viuda, Charlotte-Anne de Chancely, Dama de Sainte-Croix. A ese lustroso matrimonio le precede, el 5 de marzo de 1659, el contrato matrimonial con las firmas del rey Luis XIV, del Cardenal Mazarino, el Duque Antoine III de Gramont, Mariscal de Francia, y François de Besmaux, Gobernador de La Bastilla (y compatriota de D'Artagnan).
D'artagnan tendrá el privilegio años mas tarde de dirigir la escolta de la comitiva real, atravesando su país natal, para ir de camino a San Juan de Luz, donde el rey se casará con la infanta española María Teresa de Austria, hija del rey Felipe IV de España.

Dos meses después, encabezando a los Mosqueteros, participará de las fastuosas ceremonias celebrando el real enlace en la capital francesa.

Fue sobre la orden del rey que D'Artagnan arrestó al superintendente de Finanzas Nicolás Fouquet, el 4 de septiembre de 1661. Delicada misión de la cual salió airoso, felicitándole Luis XIV por su buen hacer.

En 1665, obtiene una comisión que le otorga el mando de la Iª Compañía de los Grandes Mosqueteros del Rey. En 1667, recibía el cargo más ilustre del Reino, el de Capitán de esa compañía con autoridad sobre el conjunto de los Mosqueteros del Rey. También le conceden las funciones de gobernador de la ciudad de Lille, reemplazando al mariscal-duque de Humières.

Durante la campaña de Holanda, conducida por el rey en persona, Maastricht, principal ciudad de Brabante, fue asediada y tomada.

El 25 de junio de 1673, D'Artagnan, llamado en refuerzo, encontraría la muerte al frente de sus tropas en el curso de un violento asalto en el sitio de Maastricht, durante la Guerra Franco-Holandesa. Recibió una bala en plena garganta.

Al llegarle la noticia de su muerte, Luis XIV lloró a su valeroso mosquetero y alabó sus méritos.

El final heroico y el carácter extraordinario de ese gascón, le valieron esa reflexión:"D'Artagnan y la Gloria tienen el mismo ataúd."

La Familia Real Francesa le rindió un último homenaje, un año después de su muerte. Sus dos hijos, de 14 y 13 años, fueron bautizados por el obispo Bossuet en persona. El primogénito fue apadrinado por el Rey y la Reina. El menor, por el Gran Delfín y la Duquesa de Montpensier.

Pero como dije anteriormente, nos dirigimos al palacio de Versalles 





Al principio, el Palacio de Versalles era una casa de campo modesta construida por Luis XIII. En este lugar, el rey solía ir de caza y descansar. 

Cuando su hijo Luis XIV fue coronado comenzó a buscar un lugar para vivir, cansado de haber habitado en diversos lugares como el Louvre o el Palacio Real. Cuando conoció este lugar decidió instalarse ahí, dejó París y decidió construir Versalles como una pequeña ciudad alejada de los problemas, para lo que invirtió más de la mitad de los ingresos de todo un año del país para convertir la sencilla casa en un palacio digno de la realeza.







La construcción de éste, tendría varias etapas, marcadas por las amantes de Luis XIV.

Primera etapa (1661-1668): Era un palacete de caza al que se añadieron dos alas laterales que, al cerrarse,formaron la plaza de armas.Tenía fachadas de ladrillo y unificaba la cubierta usando también la pizarra y las mansardas.
Capilla
Segunda etapa (1668-1678): Luis XIV pretendió trasladar definitivamente la corte a Versalles.Añadieron dos alas laterales para dar prioridad visual al jardín, realizado por André Le Nôtre.La fachada que da al jardín está construida siguiendo el modelo italiano.Contaba con un primer piso de sillares almohadillados, un piso noble de doble altura que jugaba con entrantes y salientes y alternaba columnas y pilastras y, por último, un tercer piso que sería el ático, rematado por una serie de trofeos y jarrones.

Tercera y última etapa (1678-1692): En esta ampliación, realizada por Mansart, se construyó la capilla real. Estaba situada en el Ala Norte del Palacio, fue construida en dos alturas, y en la altura superior se encontraba la Tribuna Real, desde donde el Rey y su familia atendían a la Misa.

Posteriormente, Luis XIV obsesionado con crear un palacio y entorno sin igual, encargó a su arquitecto Luis Le Van el embellecimiento y ampliación del edificio primitivo, sobre el que se construyó la Galería de los Espejos, sin duda la sala más impresionante del Palacio de Versalles, y que sirvió por ejemplo de sala para la firma del Tratado de Versalles. 


Galería de los espejos





















Al principio de su reinado, Luis XIV no encontraba ninguna mansión real que le complaciera plenamente. Vivía en París: en el Palacio Real, en el Louvre, en las Tullerías. Trató de quedarse en Vincennes y en Saint-Germain-en-Laye, y pasó una temporada en Fontainebleau. El rey comparaba las ventajas y los inconvenientes de estos palacios y, para paliar sus incomodidades, realizó importantes reformas pero en ninguno de ellos llegó a sentirse cómodo.

Uno de los grandes problemas de Versalles fue, siempre, el alojamiento de los cortesanos. Versalles fue el símbolo del poderío de Luis XIV, lugar en el que se instaló definitivamente a los 44 años.

Versalles vivió entonces el apogeo de la sociedad cortesana. Luis XIV transformó una nobleza belicosa y potencialmente rebelde en un grupo mantenido por el Estado en la persona del rey. El rey, que había conocido durante la Fronda los peligros de una sublevación de la nobleza, quería proteger tanto a la persona real como al gobierno. Se encargó de reducir el poder de los nobles empleando, para ello, diversos medios:

Atraer a los grandes señores a su corte y distribuyendo o haciéndoles esperar honores, títulos y pensiones.
Ofreciendo, a los más importantes, vivienda en el palacio.
Inspirando a sus cortesanos respeto e impidiendo su promiscuidad.
Haciendo de sus cortesanos los espectadores asiduos de su grandeza.
El rey estableció unas reglas de protocolo rigurosas y complejas que transformaron todos sus actos, incluso los más cotidianos, en un ceremonial casi sagrado.

En el acto de levantarse o acostarse de los reyes podía estar presente un determinado número de personas, los más favoritos tenían el honor de rodear al rey por detrás de la balaustrada, que aislaba el lecho del resto del dormitorio, y prestarle ayuda cuando se vestía. Todas los actos de su vida estaban regulados de esta manera, desde el nacimiento de las princesas, que se había producido en público (lo que evitaba cualquier duda sobre su legitimidad), hasta los obsequios del rey que se regían por normas inmutables.

Las relaciones del rey con las personas que podían aproximarse a él tenían que realizarse con toda solemnidad, ya fueran recepciones a los embajadores, presentación de nobles y damas con título, o el recibo de felicitaciones y parabienes.



Para romper con este protocolo, Luis XIV instituyó los "Días para Departir" en los que, tres veces por semana, de las 19 a 22 horas, los cortesanos eran admitidos en el "Gran Departamento". En diferentes salones estaban repartidas las mesas con manjares, las mesas de juego y otros en los que se podía escuchar música o bailar. El rey se paseaba por ellos sin que los señores y las damas tuvieran que dejarlo todo para saludarle. Era éste un gran honor, envidiado y disputado por aquellos que no eran admitidos. Luis XIV se reservó, no obstante, unos pequeños departamentos para llevar una vida más íntima con sus allegados, como los compañeros de caza a los que invitaba regularmente a comer.

Para Europa, Versalles fue un testimonio del poderío de Francia y de Luis XIV.

Los nuevos departamentos del rey se edificaron alrededor de la Corte de Mármol. Los departamentos oficiales llamados "Departamentos del Rey" ocupaban las alas sur y oeste del palacio de Luis XIII, y el "Departamento interior" se hallaba en el ala norte. El departamento del rey lo componían siete piezas, la última se unía con el Departamento Interior. En el centro del palacio se instaló el Salón del Rey (futura cámara de Luis XIV), y terminaba con el Gabinete del Consejo y el "Gabinete de las Thermes" o de las "Pelucas" (dos estancias situadas donde se halla el actual Salón del Consejo).



El jardín de Versalles es clasicista, ordenado, racionalizado. Con el paisajismo se obliga a la circulación. Crea una organización que relaciona todas las esculturas y fuentes y ensalza la monarquía. Las esculturas se señalan unas a otras. Progresiva civilización del jardín: muy ordenado, podado y cuidado en la zona próxima al palacio, y después se va asilvestrando, es decir que se hace más silvestre a medida que nos alejamos del palacio.




Después de la visita al majestuoso palacio de Versalles vuelvo a mis aposentos. Al día siguiente volveré de nuevo a Versalles ya que tendré el honor de ser recibido en audiencia por su majestad el Rey Luis XIV, dicha audiencia me fue concedida gracias a la intercesión del conde de D'Artagnan a petición propia.

Noveno día.-

Muy temprano me recoge una carroza que me envían desde el mismo palacio de Versalles por orden del capitán de los Mosqueteros el conde de D'artagnan.

Una vez en el palacio disfruto de una jornada con el Rey de Francia, que está calculada con extrema precisión para que los oficiales al servicio del monarca puedan planificar su trabajo con mayor exactitud. Desde que se levanta hasta que se acuesta, el Rey sigue un programa estricto como la vida de la Corte, regulado como un reloj.

Las mañanas del Rey

7h30-8h "Sire, ya es la hora", el Primer ayuda de cámara despierta al Rey. Comienza el Petit Lever. Médicos, amigos íntimos y algunos favoritos que disfrutan de las Grandes Entradas penetran sucesivamente en la habitación del Rey. Este es lavado, peinado y afeitado (un día de cada dos). Los oficiales de la Habitación y del Guardarropa entran a su vez para el Grand Lever durante el cual el Rey es vestido y desayuna un caldo. Los personajes más importantes del reino son los que tienen acceso para observar este ceremonial. Se calcula en aproximadamente cien el número habitual de asistentes, todos hombres.

10h Al salir del aposento del Rey, se forma una procesión en la Galería de los Espejos. Seguido de sus cortesanos, el Rey atraviesa la enfilada del Gran Aposento. Es el momento en que el gentío apiñado al paso del cortejo puede ver por fin al monarca. Algunos pueden hablarle brevemente o entregarle una nota. El Rey se instala en la tribuna de la Capilla Real para asistir a la misa, que dura unos treinta minutos. El coro de la "Capilla Musical", famoso en toda Europa, canta cada día una obra nueva compuesta por Lully, Delalande y muchos otros.

11h De vuelta a su Aposento, el Rey celebra el consejo en su gabinete. Los domingos y los miércoles, se celebra el Consejo de Estado o Alto Consejo, los martes y sábados se dedican al Consejo Real de las Finanzas, y por último, los lunes, jueves y viernes un Consejo de Estado suplementario puede sustituir a un Consejo de los Despachos (asuntos internos) o a un Consejo de Consciencia (asuntos religiosos). En esos mismos días, el Rey puede decidir también estudiar el avance de los programas de trabajos. Cinco o seis ministros trabajan con el monarca, que habla poco, escucha mucho y siempre decide en último lugar.

13h En su cámara, el Rey come solo sentado a una mesa situada frente a las ventanas. Esta comida es en principio privada, pero Luis XIV suele admitir a todos los hombres de la Corte, en general, aquellos presentes en el Lever. 

Sus tardes
14h Por la mañana, el Rey ha dado sus órdenes anunciando su intención. Si se trata de un paseo, éste se hará por los jardines a pie o en calesa con las damas. Si su elección recae en la caza, el deporte favorito de todos los Borbones, ésta tendrá lugar en el parque si el Rey caza con arma, o en los bosques de los alrededores si caza a caballo.

18h A menudo, Luis XIV deja que su hijo presida las diversiones de interior, como las veladas de los aposentos. El Rey, por su parte, puede firmar las numerosas cartas preparadas por su secretario y luego dirigirse a los aposentos de Madame de Maintenon, en donde estudiará un caso importante asistido por uno de sus cuatro secretarios de Estado.

Las veladas
22h El gentío se precipita a la antecámara del aposento del Rey para asistir a la Cena del Gran Cubierto. El Rey se sienta a la mesa, rodeado de los miembros de la familia real. Una vez terminada la comida, el monarca atraviesa su cámara y se dirige al salón para saludar a las damas de la Corte. Luego, se retira a su gabinete para charlar libremente con su familia y algunos allegados.

23h30 El Coucher, ritual público en el que el Rey se retira a su cámara, es una versión abreviada de la ceremonia del Lever.

   En esta jornada he podido disfrutar en primera persona, cómo vive el máximo representante del absolutismo en Francia: el Rey Luis XIV.


   Luis XIV de Francia  llamado «el Rey Sol» fue rey de Francia y de Navarra desde el 14 de mayo de 1643 hasta su muerte, con casi 77 años de edad y 72 de reinado.


   Luis XIV fue el primogénito y sucesor de Luis XIII y de Ana de Austria (hija del rey Felipe III de España. Nació el 5 de septiembre de 1638, en Saint-Germain-en-Laye, suceso que fue recibido como un don divino por sus padres, los cuales no habían conseguido descendencia en veintitrés años.

   Luis XIII no se fiaba de la habilidad de su esposa para gobernar Francia tras su muerte, por lo que decretó que un consejo regente gobernase en nombre de su hijo durante su minoría de edad, para reducir así el poder de Ana de Austria como reina madre durante la regencia. No obstante, tras la muerte de Luis XIII y tras la ascensión al trono, con cinco años, de Luis XIV el 14 de mayo de 1643, Ana anuló el testamento de Luis XIII en el Parlamento, rompió con el consejo y quedó como única regente. Durante su regencia, confió el poder a su primer ministro, el italiano cardenal Mazarino, al que la mayoría de los círculos políticos franceses despreciaban por su origen no francés.

   Al finalizar la Guerra de los Treinta Años, en el año 1648 comenzó una guerra civil francesa conocida como la Fronda. Mazarino continuó con las políticas de centralización emprendidas por su predecesor,Richelieu, aumentando así el poder real a expensas de la nobleza.
    En 1648, intentó imponer un impuesto a los miembros del Parlamento, el cual estaba constituido, principalmente, por miembros de la nobleza y altos cargos eclesiásticos. Los miembros del Parlamento no sólo rechazaron el impuesto, sino que también ordenaron la quema de todos los edictos financieros de Mazarino. En una ocasión en que el cardenal ordenó arrestar a algunos miembros del Parlamento, París estalló en insurrección. Un grupo de parisinos molestos irrumpió en el palacio real demandando ver al rey. Tras ser conducidos a la alcoba real, se quedaron mirando a Luis XIV, el cual se estaba haciendo el dormido, y se marcharon tranquilamente.

    Debido al peligro que corría la familia real y la monarquía, Ana huyó de París con el rey y sus cortesanos.

    Poco tiempo después, la firma de la Paz de Westfalia permitió al ejército francés volver a ayudar a Luis XIV y su corte real. Ya en enero de 1649 comenzó el asedio de la rebelde París. La subsecuente Paz de Rueil acabó con el conflicto, por lo menos temporalmente.

   Luis XIV contrajo matrimonio con la infanta de España María Teresa de Austria de la Casa de los Habsburgo, hija del rey Felipe IV de España y de la princesa Isabel de Francia ambos tíos carnales de Luis XIV, por lo que el monarca con su esposa eran primos hermanos dobles. El matrimonio se celebró el 9 de junio de 1660 en la Isla de los Faisanes.

   Incrementó el poder y la influencia francesa en Europa, combatiendo en tres grandes guerras: la Guerra de Holanda, la Guerra de los Nueve Años y la Guerra de Sucesión Española.
   En la década de 1680 el poder francés sobre Europa, bajo el mandato de Luis XIV, había aumentado enormemente. La gestión económica de uno de los ministros más famosos de Luis, Jean-Baptiste Colbert, muerto en 1683, produjo un gran cambio en la tesorería real; los ingresos de la corona se triplicaron bajo su supervisión.

   Luis XIV, uno de los más destacados reyes de la historia francesa, consiguió crear un régimen absolutista y centralizado, hasta el punto que su reinado es considerado el prototipo de la monarquía absoluta en Europa. La frase L'État, c'est moi («El Estado soy yo») se le atribuye frecuentemente.

   En un intento de aumentar más su dominio en Europa, Luis XIV reforzó el galicanismo, una doctrina que limitaba el poder papal en Francia. Además, Luis XIV tomó medidas para disminuir la influencia y el poder de la nobleza y el clero. Estas medidas incluían mantener el control sobre el segundo estado (la nobleza), usando la táctica de mantener a la alta nobleza en corte del palacio de Versalles, consiguiendo así que los nobles se quedaran la mayoría del año bajo la vigilancia de Luis XIV, y no en sus territorios, donde podían planear rebeliones e insurrecciones. Además, manteniéndose cerca del rey era la única forma posible para poder ganar favores reales como pensiones y privilegios necesarios para su posición social. Luis divertía a estos visitantes permanentes con fiestas extravagantes y otras distracciones, hecho que contribuía notablemente al control real sobre una nobleza poco disciplinada.

   Luis XIV convirtió el Palacio de Versalles, originalmente un refugio de caza construido por su padre, en un espectacular palacio real. El 6 de mayo de 1682 se mudó allí oficialmente con toda su corte. Luis tenía varias razones para crear un palacio de tanta opulencia extravagante y para cambiar allí la residencia de la monarquía.
    La afirmación, sin embargo, de que odiaba París es imprecisa porque Luis no dejó de embellecer su capital con monumentos, mientras la mejoraba y desarrollaba. Versalles cumplía como el sitio deslumbrante y sobrecogedor para los asuntos de estado y para recibir a los mandatarios extranjeros, donde la atención no se dividía entre la capital y la gente, sino que recaía totalmente sobre el rey. 
   La vida de la corte se centraba en la grandeza. Los cortesanos se rodeaban de vidas lujosas, vestidos con gran magnificencia, siempre asistiendo a cenas, representaciones, celebraciones, etc. De hecho, muchos nobles se vieron obligados a dejar toda su influencia o a depender totalmente de los subsidios y subvenciones reales para poder mantener el costoso estilo de vida versallesco. Esta situación hizo que los nobles dejaran de intentar retomar poder, que podría resultar en potenciales problemas para la corona, centrándose sin embargo en competir por ser invitados a cenar en la mesa del rey o el privilegio de poder llevar una vela cuando el rey se retiraba a sus habitaciones.

   Luis XIV intentó incrementar su control sobre la Iglesia. El poder real se incrementó, en detrimento del poder papal.  Entre otras medidas, el papa no podía enviar legados papales sin el consentimiento de Luis.  Los obispos no podían abandonar el país sin aprobación real; ningún agente gubernamental podía ser excomulgado por sus actos en misión oficial; y no se podía apelar al papa sin la aprobación del rey. El rey obtuvo el poder de promulgar leyes eclesiásticas y todas las reglas papales eran inválidas en territorio francés sin el consentimiento real. La Declaración, sin embargo, no fue aceptada por el papa, por razones claramente obvias.
  Creía que para mantener la unidad nacional, debía antes conseguir la unidad religiosa. Se prohibió la práctica de cualquier religión, excepto del catolicismo. Luis continuó el proceso de unificación religiosa publicando un edicto en marzo de 1685, que estipulaba la expulsión de los judíos de las colonias francesas.  En octubre de 1685, Luis promulgó el Edicto de Fontainebleau.  El nuevo edicto contemplaba que cualquier clérigo protestante que no se convirtiera al catolicismo fuese desterrado; las escuelas e instituciones protestantes fueron prohibidas; los hijos de familias protestantes debían ser bautizados por un sacerdote católico; y los sitios de culto protestantes fueron demolidos.

   Luis XIV colocó a Francia en una posición predominante en Europa, añadiendo al país diez nuevas provincias y un imperio. A pesar de las alianzas oponentes de varias potencias europeas, Luis continuó cosechando triunfos e incrementando el territorio, el poder y la influencia francesa. Como resultado de las victorias militares así como los logros culturales, Europa admiraría a Francia y su cultura, comida, estilo de vida, etc.; el francés se convertiría en la lingua franca para toda la élite europea, incluso hasta la lejana Rusia de los Romanov. La Europa de la Ilustración miraría al reinado de Luis como un ejemplo a imitar.
   Sin embargo, el duque de Saint Simon, a quien no le gustaba Luis XIV, diría:
No había nada que le gustara más que los halagos o, por decirlo más claro, la adulación; cuanto más basta y torpe era esa adulación, con más placer la acogía... Su vanidad era perpetuamente alimentada —incluso los predicadores acostumbraban a halagarle desde el púlpito.
   No obstante, incluso el alemán Leibniz, que era protestante, se referiría a él como «uno de los más grandes reyes que jamás hayan existido».
   Voltaire, el apóstol de la Ilustración, lo comparó con Augusto y se refirió a su reinado como «época eternamente memorable», apodando a la «Era de Luis XIV» como el «Gran Siglo» (Le Grand Siècle).

Décimo día.-

Ultimo día de mi vista a la Francia absolutista. Hoy voy a conocer al ministro de finanzas de Luis XIV, Jean Batista Colbert.


Colbert nació en Reims el 29 de agosto de 1619, era el primogénito de Nicolas Colbert y Marie Maytorena
Fue ministro del rey de Francia Luis XIV.
A pesar de que su familia afirmaba descender de nobles escoceses, no hay ninguna prueba que lo demuestre y la invención de antepasados nobles era una práctica corriente entre los plebeyos.
No se tienen muchos datos acerca de su juventud.
Trabajó con un banquero de Lyon y luego con un notario parisino.
Con 21 años, su padre emplea sus relaciones y su fortuna para comprarle el cargo de Comisario ordinario de guerra. Este puesto le obligó a inspeccionar las tropas, lo que le dio una cierta notoriedad.
Luego consigue que lo nombren consejero del rey en 1649.
En 1651, Le Tellier lo presenta al Cardenal Mazarino quien le confía la gestión de su fortuna, una de las más importantes del reino.
Sitúa a sus familiares y amigos en puestos claves.
El cardenal Mazarino, antes de morir sugiere al rey que tome a su servicio a Colbert. Colbert consigue por fin que Fouquet caiga en desgracia: D'Artagnan le detiene en Nantes y Colbert le sucede como Supervisor General de Finanzas.
Favoreció el comercio, la industria y protegió las ciencias, las letras y las artes.
Fomentó la expansión colonial francesa.
Reconstruyó la Armada. Convencido de la gran importancia que el comercio tiene en la economía, logra que el rey cree un Secretariado de Estado para la Marina en 1669, del que será el primer titular. Construye una flota de guerra de 276 barcos.
Fue el máximo representante del mercantilismo. Subvencionó la industria, estableció aranceles para eliminar la competencia exterior y controles de calidad en la producción industrial. Hizo fundar fábricas en diversas ciudades.
Publicó un Código Rural para ayudar a la agricultura.
Favoreció los intercambios comerciales: Reparó carreteras, hizo nuevas carreteras, canales, rutas reales, puentes... Plantó el bosque de las Landas para la construcción naval y unió el Mediterráneo con el Atlántico por medio del canal de Languedoc.
Pavimentó e iluminó París, embelleció la ciudad con muelles, plazas públicas, puertas triunfales y ordenó que se hiciera la columnata del Louvre y el jardín de las Tullerías.
Tiene un carácter cortante y poco elocuente, siempre vestido de negro, trabajando para el Estado desde las cinco de la madrugada. Trabajaba de 15 a 20 horas diarias.
Los ingresos de la corona se triplicaron bajo su supervisión. 


Colbet morirá en París el 6 de septiembre de 1683 habiendo sido un excelente gestor.